Si algo hay que permanece a lo largo del tiempo son las vacaciones de los escolares en esta época veraniega (no vamos a debatir ahora sobre si son , pocas – muchas – merecidas – inmerecidas – para quién…). Es un hecho.
Pero para algunos siempre había algún examen para septiembre (cuando había septiembres) o un «apunta al niño donde los curas que no se le olvide lo que ha aprendido en el año»; y ya unos años después “venga que vaya el niño a aprender francés donde los curas”.
Y ahí estábamos, antes de que la gente se fuese a estudiar idiomas fuera, nosotros éramos los privilegiados que teníamos a nuestra disposición profesoras nativas que nos enseñaban el francés y el inglés (creo que eran francesas, pero si no alguien mejor-memoriado me corregirá).
Algunas de ellas cumplían con nosotros el “ciclo vacacional” casi completo: escuela – Bakio – pueblo. Bueno la última parte no (ya nos hubiese gustado).
El caso es que, en esto también, fuimos unos precursores en Otxarkoaga: universidad de verano (a nuestro nivel lo era), cursos de idiomas, master en adolescencia y vacaciones en la costa (udalekus, lo llaman ahora).